Frente al espejo


Un día Leire se acuesta y lo tiene todo. 
Sus miradas se encuentran. Ella cierra los ojos y sonríe. 
Al día siguiente abre los ojos, mira a su lado, pero ya no está. 
Silencio. 

La luz se ha apagado de repente, ella se levanta a encenderla de nuevo.
No encuentra el interruptor, se ha movido de sitio. 
Mira desconcertada por todos los lados, de arriba abajo.
Ya no queda nada de claridad en aquella habitación.
Le invade la penumbra.

Se sienta sobre la cama sin entender qué ha podido pasar.
Busca entre las sábanas, pero ya no queda rastro de él.
Sólo le queda una marca en la almohada.
Mira al vacío. Baja la cabeza y llora.

Ayer veía mucha luz, veía el infinito.
Hoy le quedan sombras y soledad.
Se levanta y se mira en el espejo.
Sigue siendo la misma, pero con los ojos hinchados.

Se seca las lágrimas con la mano.
Suspira profundamente cargando el pecho de aire.
Siente un quemazón en el alma, no puede respirar.
Así es como se siente después de todo.

Decide ducharse y limpiar sus heridas.
Elige su vestido más colorido para que le levante el ánimo.
Coge las llaves y cierra la puerta de casa.

Empieza un nuevo día.



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